camisonrosa

martes, abril 27, 2010

la última postal

... la ciudad es tan pequeña y nosotros tan grandes... la vida es tan corta y nosotros tan largos ... la muerte es absoluta y nosotros tan jóvenes ... el amor es tan grande y nosotros tan pequeños ... el dolor es tan sútil y nosotros tan salvajes ... los abrazos son tan largos y nuestro tiempo tan limitado ...

la cotidianeidad teje tantas casualidades como un buen amigo, una canción idónea y un espacio de la memoria detenido justo allí donde todo comenzó.

verme te hace quererme. quererme te hace vulnerable. lo vulnerable quebranta la voluntad. tu voluntad es cuasi inquebrantable. lo único que me queda es esperar entonces, dar el espacio y el tiempo. y si realmente te amo como lo pienso deberé hacerlo con prudencia y tranquilidad en nombre de los dos. entenderé todo lo mío mientras tu entiendes todo lo tuyo. reconstruiré todo lo pérdido y un poco más entretanto.

dale a la libertad, al crecimiento y la experiencia. yo intentaré por mi parte hacer lo mío sin perderme en el camino. tómate todo el tiempo que necesites. yo aquí estaré por un largo rato esperando. cuando tu quieras, no irrumpiré, estaré en silencio. utópicamente te dire que si no te tardas te esperaré toda la vida. si realmente te amo tanto como creo no será una utopía y lo haré sin mayor problema.

mucha suerte y hasta entonces "mis mejores años". aquí nos vemos.

jueves, abril 15, 2010

La ciudad es tan pequeña y nosotros tan grandes

The more you ignore me
The closer i get
You're wasting your time
Morrissey

La ciudad es tan pequeña. Se acaba cuando se acaban las líneas, lo demás son periferias. Ahí está oscuro e inhóspito, está sombrío y forzadamente urbanizado. La ciudad está adentro de la ciudad misma, donde esos millones de personas fluyen como vómito por los pasillos de las líneas, como exhalaciones contenidas de la 3, de la 2, de la 6, densidades distintas, proporciones masivas. Y tú y yo nos vamos ahí contenidos en nuestros pequeños espacios, en nuestros tiempos, nos yuxtaponemos sin mirarnos. Como antes de conocernos.

Todos tienen una opinión, un consejo que dar. Que carajos saben. Nadie sabe nada. Cada quien es dueño de sus propios infiernos, de sus obsesiones, sus malviajes, de sus amores, de sus recuerdos y de sus historias. Nadie podrá entendernos nunca, por más que nos analicen, nos tracen rutas, nos digan que hacer. Ellos qué carajo. Quién los dejo decidir por nosotros. Ellos sólo son un eco en el valle donde no hay reverb. Ellos también han extrañado, también han llorado y por eso se sienten con autoridad para decidir que es lo mejor para nosotros. Agradezco sus buenas intenciones, pero nunca podrán tener la razón para mí por más que la tengan. La razón solo la tenemos tú y yo. Yo la perdí pero me encontré algunos pedazos de ella. La pegué con silicona y se está secando al aire. Para el corazón todavia no he encontrado pegamento.

Últimamente te he estado buscando sin exito. He estado ahí dos o tres veces y no apareces. Te apareces cuando no en la cabeza y me das vueltas. A veces reaparece el dolor, otras más la ansiedad y una especie de terror extraño a perderlo todo, pero sobre todo a resignarme a perder la parte de fe que aún conservo. Tengo que meterla en un frasquito y congelarla. 5 años, para verla después y repensarla, reconsiderarla y reentenderla. Para ti 10 años, tu me decías que si pensabas en 10 años. Yo ahora solo pienso y pienso, y pienso y pienso. Qué diablos.

Dicen que es el sindrome de abstinencia, que se empieza con ansiedad, depresión, sudores y que lo peor viene cuando ha pasado un tiempo y se genera el rebote. El tiempo ha pasado y cada día hay un momento en que es horrible, no es uno en especial, va y viene como espasmos, una, dos, tres veces. Ahora no hay un domingo en especial, no es entre las 5 y las 8... es a las 12, a las 3, a las 10, a las 11, son esas horas en las que me acostumbraste como perro, a comer y a salir a la calle. Ahora entonces siento el vacío y vaya que no hay fondo realmente... se detiene sólo cuando quiero, pero a veces creo que simplemente no lo puedo detener. Es difícil abstenerse de no estar ahí. Muy difícil.

La ciudad es muy pequeña para nosotros tan grandes. La ciudad es muy pequeña para buscar un refugio en donde exista un espacio nulo que no me recuerde algo. Tengo que buscarlo, debo encontrarlo para llevar a cabo esos doce pasos que me desintoxiquen de lo que no quiero desintoxicarme, pero cada doce pasos me encuentro con otro lugar, otro recuerdo, otro olor, otra estampa. No puedo dejarlo pasar, desde las jacarandas hasta las hojas secas que truenan, quisiera tenderte un puente con ambas para que lo pisaras descalza.

Las hojas estan botadas por ahi en todos lados pero no es otoño, no hay hojas que crujan en el suelo, solamente las he encontrado en un lugar de nuestra pequeña ciudad, en el sur, donde se inicia la historia, donde me negaste el beso que después me robaste... ahí hace unos días había hojas que crujían, quise tomarlas y llevártelas a los pies pero eran tan bonitas que no pude mas que pisarlas. Por eso te digo que la ciudad es tan chica y tu eres tan grande... tan grande... con tu 153 centimetros de cuerpo y esa enorme voz.

Aún tenemos deudas entre nosotros y yo nunca te cobré ese beso. Nunca he sido bueno para cobrar.

No se como te vaya con el espacio, no se como te vaya con el tiempo. Yo trato de hacer mi parte, no se si es un trato, una purga o una condena. Abstenerse siempre es difícil, pero lo peor es cuando no es un acto de convicción sino una obligación o una consecuencia. Lo peor es no poder lidiar con las consecuencias. Lo peor es ni siquiera entender el origen de las consecuencias. Lo peor de lo peor es ni siquiera entender nada.

El peor castigo entonces es el aislamiento, la confusión. Para mi lo peor es la incomunicación y la incertidumbre. Perder es también una parte que no me gusta de la historia. A nadie le gusta perder. No se entonces por que nos dejamos vencer tan fácil.

A veces cuando grito por que te veo pero no eres tu, mi voz seca y muda, se pierde en mi garganta y no logra salir. Mudo, incomunicado, sin respuesta. Te estoy hablando desde la voz que no existe, la voz muda y se que me escuchas, por que la distancia entre los dos no es tan grande, porque después de todo una vez inmersa en esa perifería sigues llamandote igual, sigues hablando mi misma lengua y sigues siendo un diamantito tirado por ahí para equilibrar las cosas. Seguimos siendo los mismos aunque aborrezcamos los cambios entre nosotros. A ti siempre te gustará tu Bersuit y estarás orgullosa de tu CCH... yo sufriré toda la vida con mi viejo Morrissey y nunca dejaré de hablar del arte. Somos nosotros y así nos conocimos y así nos entendimos.

Nuestra naturaleza no cambia, cambia el tiempo. Yo nunca fui diamante. Solo fui un buen narrador de historias. Quiero seguir contándote historias hasta que se me acaben las ideas.

Puedo empezar una nueva... "La ciudad es tan pequeña... (suspiro) ... y nosotros tan grandes ..."

Puedo seguir siendo lo mismo pero sin olvidar que lo soy. Tú también puedes serlo.
(Morrissey/I have forgiven Jesus)



sábado, abril 10, 2010

Naturaleza muerta

Alguna vez le conté a alguién el cuento del escorpión y la rana. Se trata de una breve fábula que recuerdo haber visto por ahí en alguna película pero no recuerdo cuál. La historia es simple, un escorpión que quiere cruzar al otro lado del río y se lo pide a una rana, la rana se niega en repetidas ocasiones y le dice al escorpión que no confía en él, por que teme que la pique con su aguijón. El escorpión lo niega varias veces hasta convencer a la rana y ésta accede a cargarlo sobre sus espalda para cruzarlo. Al terminar de cruzar el escorpión pica mortalmente a la rana. Ella, con su último aliento le refuta al escorpión porqué la picó si había prometido no hacerlo. El escorpión contesta que no era esa su intención, pero que a veces él mismo no podía contra su propia naturaleza.

A veces esa naturaleza genera movimientos involuntarios, gestos, expresiones, actitudes, tendencias. Todos tenemos una propia naturaleza. Mi naturaleza siempre ha sido observar y señalar. Mis estrategias para señalar siempre son distintas, a veces también los son las de observar. En ocasiones me siento como un buho que mira desde la rama en la noche cuando nadie ve, otras me siento como un espectador que con la boca abierta se maravilla del movimiento y las luces. Otras más solo soy un cruel crítico que a destajo mutila lo poco de lo bueno con una irreparable tendencia a la ironía. Algunas otras veces sólo soy un idiota.

En realidad creo que mi naturaleza es la tendencia al fracaso, al boicot, a meterme el pié yo solo, a buscar en la obviedad, en la cotidianeidad aquello que me la haga más compleja, que me conflictué, que me haga sufrir. Sufrir es una parte de la belleza, del llanto más amargo puede llegarse a la risa, del placer más carnal puede llegarse al llanto, lo he visto, por eso lo afirmo.

Creo que mi naturaleza es analizar las cosas, encontrarles el sentido. Archivar y ordenar, documentar y preservar. Tengo en mi memoría todas las imágenes que hasta el momento caben, todas, las de los viajes, las de los primeros días, las de la felicidad, las de la risa, las de la ebriedad (aunque muchas veces incompletas), los sonidos, los colores, las texturas, - tus cortes de cabello - las emociones, las interpretaciones de las cosas y ese código de comunicación en donde demuestro que algo preocupa, que algo no interesa, que algo aburre o que algo angustia. Me jalo la camiseta, me arranco los vellos de la barba, me agarro la nariz, esa es mi naturaleza.

En mi naturaleza está el no dejar ir, y si bien he decidido llevar como estandarte la idea de que todas las cosas tendrán que desaparecer me aferro siempre a mi memoria por que a través de ella revivo la belleza, el extasis y la electricidad que mi cuerpo y mi mente necesitan para seguir adelante. Soy un acérrimo enémigo de aquellos sin memoria. También me gusta hacer reir a la gente, me gusta hablar con la gente, a la gente le gusta platicar conmigo, algunos me lo han dicho. Yo no se si eso sea también mi naturaleza, supongo que así es. Me gusta disfrutar mis recuerdos... me gusta producir buenos recuerdos.

Soy un indeciso también por que siempre tengo miedo. Me da miedo perder el avión, me dan miedo los barrios que no conozco, los pasos a desnivel y los ejes viales. Me da miedo cumplir años sin sentir que algo bueno está ocurriendo. Me da miedo cuando los coches se acercan demasiado, cuando voy al doctor y también me dan miedo las alturas. Me da miedo que me vean demasiado, por eso me rasco la nariz, me jalo la camiseta. Me da miedo estar solo, tengo miedo de romperme un brazo y tener que cargarlo yo solo hasta algún hospital. Me da miedo que no estes ahí cuando eso pase. Creo que mi naturaleza es ser un miedoso, un manojito de nervios.

Me da miedo también pensar que hablo al vacío o que no me escuchas.

Me habían dicho que mi naturaleza era la de un poderoso, la de un ambicioso tenaz que haría cualquier cosa por lograr lo que quería. A veces lo hago y sin tapujos, otras veces lo hago sin darme cuenta, cometo errores y me arrepiento. Eso no me gusta. Pienso también cómo es que puede éste miedoso querer conquistar un mundo, si su resistencia y su valor a veces están tan perdidos. Quizá mi verdadera naturaleza sea la contradicción.

Mi naturaleza es volver frecuentemente a buscarme en mis raíces. En las raíces que no tengo. Soy un tipo sin herencia. Estoy solo en este juego. No tengo de donde amarrarme para entenderme sino más que de lo único que me he construído en el camino. No quiero perderme en mis memorias pero no quiero perder mi naturaleza. Ahora en medio de este caos siento que mi verdadera naturaleza ha muerto, que mi quintaesencia se quedó pegada en algún título que me desprendí para darselo a algo. Pienso de vuelta que no podemos entender nuestro presente si no conocemos nuestra historia. La historia me duele, o no se si en realidad lo que me duele es este presente que inevitablemente habrá de convertirse en pasado.

Ahora, aquí en medio de todo espero tener un eco que resuene lo suficiente como para poder escucharme. Espero también que tu puedas escucharme. Espero igualmente seguirte encontrando no sólo en mi memoría, en mis imágenes y en mis cosas, sino en el mundo real, viéndote desde lejos y por casualidad como te ríes en el anden con tus compañeros de trabajo, como comes ensalada con tus amigas y tratas de ser "bio" por un día. Encontrarte en esa realidad que muchas de las veces se me pierde.

Para vivir en este mundo siempre he necesitado una piedra angular. Mucho tiempo yo fui mi propia piedra, después aprendí a vivir de a dos pero luego la piedra angular se erosionó y se derrumbó, se acabó de pronto como se acabaron las victorias. Ahora las jacarandas ya llegaron, es la naturaleza de la primavera. Las paredes y los puentes se caen sin la piedra angular, es la ley de la física, de la inercia y de la propia naturaleza de las construcciones.

Mi naturaleza por el momento esta muerta. Tendré que buscar la inspiraciones en los viejos bodegones, en los archivos, las imagenes, los cortes, las melodias y las canciones y en las primaveras también... sobre todo en las malditas primaveras, como la de río, como la de cuicuilco y teotihuacan, como la de veracruz, como la de los tres años...

Mi naturaleza es ordenar las cosas del 1 al 7. Apenas voy como en el 3... el tres es un buen número. Espero acabar pronto. Espero revivir a la naturaleza ya que es primavera y es buen tiempo.

domingo, abril 04, 2010

Sobre la libertad

A ratos me siento libre, generalmente cuando el silencio domina el espacio y solo escucho ese extraño efecto sonoro que produce el viento al cruzar de una puerta a la otra dentro de mi casa. El sonido es más bien como un lamento, a veces se hace más largo, a veces me da miedo también, otras más me regocija y siempre he querido atesorarlo en un grabación, pero hacerlo sería quitarle la libertad de sonar cuando este quiera.

También siento la libertad cuando subo el volumen a lo más que resisto y canto, grito palabras contenidas en canciones que significan algo para mi. Siento libertad cuando pedaleo fuerte en la bicicleta fija y se que no me llevará a ningún lado, siento libertad cuando sudo, siento que se me van las cosas malas, el hot dog con tocino, el alcohol rezagado de los últimos meses, el refresquito de toronja y las coca colas.

Siento libertad cuando camino solo, cuando pienso en la revolución, cuando me emocionan los sesentas y su preciosa complejidad, su explosiva tendencia, su irrepetible ansiedad, los Baader-Meinhof, los Weatherman, los de la Situacionista. Ahora todos somos demasiado cobardes, demasiado egoistas para sentir la libertad en esa forma.

Siento libertad cuando no abro los periódicos, cuando no entro a los portales de información, cuando no tengo idea de quien es la niña Paulette y parezco un idiota en medio de una plática de actualidad, al no saber que tengo que cambiar la hora a mi reloj, o que el ejercito gringo está en México. Creo que algo de eso está pasando. La desinformación paradojicamente también me hace sentir libre.

Hey ! Mr Tambourine Man, play a song for me
I'm not sleepy and there is no place I'm going to
(...) I have no one to meet
And the ancient empty street's too dead for dreaming ...

Le he dicho a un amigo que cuando sea viejo quiero ser como Dylan, sabio, sucio, desalineado, famoso, cruel, atinado, libre e histórico. Quiero seguir atento a todas esas cosas que se aparecen a mi vista, quiero perder la mirada, echar la cabeza hacia atras, desaparecer del mundo y poner los ojos en blanco para devolverle a la realidad lo que ha perdido y mostrarselo a la gente. Hacerles evidente lo evidente, pero que por si solos no lo ven. Sorprenderlos sacándoles monedas de detrás de las orejas.

Cuando escucho a Dylan me es inevitable pensar en un camino lleno de nieve y grava negra, los 10 minutos a pie con el frio vigorizante y la idea centrada en trabajar. Yo solo ahí lejos, yo cantando el Tambourine Man, en otra ciudad que era ya casi como mía. El camino de la Torststrasse y la Augustrasse, en soledad, absoluta soledad.

La libertad es soledad. Y eso es bien triste. Lidiar con la soledad es difícil, más para alguien a quien le gusta compartir. La libertad de los Baader y los Weatherman estaba basada en la revolución, la revolución los hizo disidentes, la disidencia los obligó al aislamiento. El aislamiento es el peor de los castigos para el ser humano. La locura se asoma por las rendijas del aislamiento y se te mete por las orejas cuando menos te das cuenta. Es entonces cuando echas la cabeza hacia atrás, pierdes la mirada, los ojos se van a blanco, la mente igual, la libertad se aparece aferrada a la soledad.

Yo me he vuelto un disidente, me he condenado al aislamiento no por voluntad, sino por consecuencia. He sido apartado a un espacio de soledad, a un tiempo reflexivo en donde lo único que veo pasar son las horas y los días. La sensación de libertad aparece pero de que sirve si no puedo compartirla. La soledad me hace sentir menos libre que nunca. Porque me atrapa, me detiene, me aisla, pero sobre todo me segrega. Que asquerosa es la soledad cuando no se tiene ganas de lidiar con ella.

Finalmente no soy libre en nada. Dependo de todo, soy un esclavo de la economía y sus procesos, estoy atado a las decisiones de otros, a las oportunidades que me brinden los demás para poder demostrar entonces lo que pienso. Estoy más que nada amarrado a mi propia fe, a mis pecados, mis problemas, mis dolencias, mis memorias.

La ciudad está llena de memorias. Yo estoy lleno de memorias también. Las memorias no me hacen libre, pero pensar en ellas y perderme en ellas me llena de libertad. Ahi te reconstruyo, me reconstruyo, me veo, pienso, intento darme el tiempo. Me doy cuenta también de que todo ese tiempo construyó algo, un diálogo, un sistema, una historia.

Las historias oficiales están hechas en base a la lucha por la libertad, jamás nos hablan de soledad; la revolución también, al igual que la emancipación de los yugos. Hoy la libertad parece ser más paradojica que antes. La libertad está a veces basada en un horario de ocho horas laborales esclavizantes, la libertad está basada en el consumo. Yo no soy esclavo de esos tiempos, pero a veces me siento menos libre que nadie.

Dice el rapsus "... quiero ser humilde y pase lo que pase siempre libre... y esa es la injusticia del mundo, el pobre y el rico, no hay mas, eterno y profundo.. sabanas mojadas por sudores depresiones, el mundo entero y sus drogadicciones... y nunca aprendemos lección, aberración ... el humano y su jodida obsesión...". Estoy de acuerdo.

Quiero ser libre pero no estar loco, quiero estar loco pero nomás un ratito. Quiero estar solo pero no sentirme solo. En realidad lo único que necesito es entender con claridad que es aquello que realmente quiero (y protegerme al mismo tiempo de ello). Quiero ser honesto como el rapsus, pero quiero mantener latente esa "jodida obsesión". Quiero todas esas cosas pero a ratos.

El peor castigo para un egoísta es la soledad. Ahí las cosas no tienen eco, no hay reverberancia. A mí la soledad me está castigando demasiado, por que incluso en medio de toda esa multitud, de todos esos amigos, de los bafles, la electrónica y la norteña siento que lo perdido está por ahí mismo muy cerca y a pesar de eso, ahí parado en medio de todo puedo llegar a sentirme más solo que en los inmensos y abandonados desiertos a donde prometen ir a morirse los poetas.

No me queda entonces más opción por el momento que tirarme al folk y ser poeta por necesidad.

domingo, marzo 28, 2010

Cardiopatía

Hay un dolor que se ubica justo entre la cuarta y la quinta costilla contando de arriba hacia abajo. Pareciera ser un aire, una tensión de un músculo pero en realidad se trata de una afección cardiaca.

Siempre fui reticente a la idea de creer que "se quiere" con el corazón, recuerdo discusiones sin fin con amigos y conocidos en las que yo les trataba de explicar que "se quiere" con el cerebro y con la boca del estómago. Les explicaba que uno observa, se siente atraído, se desata la química, pero todo eso se vuelve razón, se codifican las señales en el cerebro y de ahí los estímulos se van a todas partes, pero el primer lugar al que llegan es a la boca del estomago. La gente común conoce esta experiencia como "mariposas en el estómago".

Ahora el dolor en el pecho me hace pensar que el cerebro somatiza mis arterias y las obliga a sentir la presión del tiempo. recapacito y me doy cuenta que ese cerebro con el que aprendí a querer se traduce en razón y de la razón se desprenden mis causas, mis efectos y a veces mis afectos.

Ahora las manos me sudan, aparecen algunos tics y en el mismo proceso de desintoxicación de pronto quisiera volverme un fanático y encomendarme a una causa que liberara la presión que siento entre la cuarta y la quinta costilla. A momentos ese dolor se libera pero se mantiene más bien como una constante que me recuerda que algo no esta bien. que me recuerda que sentir no es nada más con la razón... que más bien la razón es un terreno delicado, algo así como una oficina que se debe de cerrar después de cumplidas las horas de trabajo; para entonces darle chance al corazón, para que no se hinche, para que no se altere, para que pueda trabajar tránquilo sin la presión de la cuarta y la quinta costilla.

Ahora repienso esto sobre el cerebro... querer con el cerebro. Al tiempo me dedico a ver que el cerebro puede una vez más que el corazón, por que según tengo entendido en mi propia lógica (que no siempre es efectiva y mucho menos servirá como un elemento de apelación), la mente está alojada en el cerebro; la intrincada y peligrosa mente habita en el cerebro. ¿Es eso cierto? y bueno si lo es, entonces la mente a su vez subarrenda el espacio de la memoria. la memoria está en el cerebro. La memoria es lo que me hace querer. la memoria en donde ardia.

Y entonces leo y releeo los mismos puntos, los mismos parrafos, dos o tres veces, los cierro, regreso a la pantalla para leerlos otra vez, tratar de descifrarlos semiótica o hermeneúticamente, busco en mis propios códigos y trazo mapas, pienso en fragmentos de la memoría.

En mi cotidianidad el dolor en el pecho y la ansiedad se alimentan de algunas de estas imágenes, de los espacios, las frases, los sentidos. De repente sin necesidad de cerrar los ojos escucho un gémido, una voz, una frase. De repente estoy solo y volteó a tirar un diálogo al vacío por que la contraparte que solía recibirlo no está más ahí, pero está en la memoria. La reconstruyo con la memoria como una imagen ilusoria. Me río y la veo como si fuera un holograma de la Guerra de las Galaxias. Cuando trato de aprehenderme a ella me doy cuenta que no está. Entonces solo queda la memoría. Como afecta la memoria al corazón.

Para la afección el Doctor sugirió tranquilidad, pero la tranquilidad en estos tiempos está sobrevaluada. Es casí imposible acceder a ella. Sugirió también una desintoxicación temporal, yo agregué lo mio y decidi hacerla cuasifundamentalista. Ahora entonces la lucha es a dos frentes denominados abstinencia.

Puedo abstenerme de todas esas cosas que quimicamente crashearon mi sistema, eso lo tengo claro, lo estoy haciendo y en gran medida se siente muy bien. Es diferente. Pero hay una cosa de la cual no puedo abstenerme ahora y es de sentir con el corazón, una vez que he descubierto que el cerebro y la razón no son necesariamente los dictadores en mi cuerpo. La mente sigue siendo una hegemónica bastardeta; con ella debo de lidiar como con el pie plano, la tendencia al fracaso y la crisis económica.

Con la ausencia, con esa simplemente no puedo lidiar. Me declaro perdedor en ese aspecto. No tengo más argumentos para continuar mi defensa. Puedo tomar el receso que sugiere el juez (y el que sugiere el doctor) pero eso no me garantiza mucho. Por el momento tomaré los consejos de los profesionales, pero también tomaré mis pensamientos y los seguiré tratando de vaciar hasta olvidar por completo a la cuarta y quinta costilla que me aprietan el acelerado corazón y en la medida de lo posible, también recuperar con eso a la costilla que perdí.

domingo, enero 08, 2006

Espacios de la memoria/sur de la Ciudad

Hoy caminé por un lugar pensando en las cosas que este espacio me recordaba, las cosas más inmediatas y más intensas, las más puras, las más personales y las más hermosas.

Las mismas que apenas unos días atrás revivían en una plática por teléfono.

Dicen que cada lugar es un microcosmos, un espacio en el que suceden muchas cosas al mismo tiempo. Muchas historias simultáneas. Si bien el mundo vive a cada momento y sus habitantes construyen en esos momentos sus historias personales, estoy seguro que hay otro mundo, uno constituido por recuerdos, que flota como bruma por encima del presente dentro de esas mismas geografías.

Hay una historia que vive constantemente, que no se acaba, una cosa similar a un hoyo negro que se queda latente en la memoria.

Cuando paso por ahí recuerdo a la perfección lo que ocurrió apenas un par de meses atrás, aunque parezca que desde entonces ha transcurrido mucho tiempo.

Seguramente cuando ella pase por ahí, dentro de mucho tiempo, quizás años, quizás cuando yo ya no este aquí, probablemente podrá recordar esas mismas cosas que recuerdo yo.

El lugar es la calle de Centenario esquina con Madrid en Coyoacan, los alrededores de esta esquina y las hojas secas en el suelo que solo estarán ahí en una época del año.

Pienso en eso, pues justo cuando camino de regreso y platico con una amiga, voy imaginando todo aquello que ha pasado por ahí, no precisamente por que este sea un lugar especial, sino simplemente por que es un “lugar” como todos los otros, un espacio de memorias. Incluso con ella misma (con esa amiga, la de hoy) tengo una historia, un recuerdo sobre torres ardiendo y aviones, sobre jugos envasados sin conservadores y envidias históricas y generacionales.

Hoy me despido de ella justo afuera del Centro Comercial que ha cambiado su raza pero no su fisonomía, desde aquella noche en que nos preguntábamos “como carajos sabía fresco el jugo si estaba envasado” y nos decidíamos entre la pulpa y la no-pulpa. Le digo adiós mientras en secreto pienso sobre las cosas que me platica y en como cambia nuestra vida, nuestras expectativas e incluso nuestros cuerpos, nuestros rostros, nuestras ropas.

Y sobre todo nuestros paisajes.

Y en este cambio de paisajes, afirmo que esos espacios de la memoria (no necesariamente los de Auge, pero si algunos parecidos) permanecen ahí, latentes, vivos, y creo yo, casi con seguridad chamánica, que si los huelo fuerte, si los vislumbro y los recuerdo con claridad, podrán aparecerse ahí.

De hecho, estoy casi seguro de que hoy, mientras yo camino por esa avenida larga y oscura y miro los paisajes distintos y los camellones con monstruos escultóricos, al mismo tiempo nosotros dos (mi amiga y yo) seguimos caminando por ahí, platicando sobre torres ardiendo, jugos envasados y envidias generacionales.

De la misma forma en que ella y yo (la otra persona referida en este relato, la de la calle de Madrid, no mi amiga) seguimos jugueteando a descifrar un juego más que conocido, y seguimos rozándonos la mano nomás por curiosidad y anhelo, haciéndonos bromas absurdas y matando al tiempo para hacer más larga nuestra historia. Ella y yo seguimos ahí jugando a coquetearnos y probablemente seguiremos ahí siempre, en ese espacio geográfico delimitado por las calles en las que caminamos aquel día que descubrimos uno a otro, nuestra obsesión por el otoño y las hojas secas.

Y cuando vuelvo al lugar en el que estoy ahora, en la avenida oscura, llegando a la luz, donde el supermercado, la avenida loca de doble flujo, los paraderos y los taxis, recuerdo un pasado más lejos, mucho más lejos que el de las hojas secas, que el de los aviones y los jugos, un pasado de hace ya tiempo.

Quizás un pasado de cuando empezaba a dejar de ser niño, de cuando comencé a sentir dolores, miedos, ansiedades y demás.

Hoy me doy cuenta de que quizás siempre tendré un recuerdo de Miguel Angel de Quevedo que se yuxtapondrá con mis nuevas experiencias así como lo ha hecho ya con anteriores, como esa tarde intensa de exquisita comida japonesa, como esa tarde de soledad y enfermedad en la que “me metí al súper a ver que había para comer”, o cuando fui a un lugar raro a fumar y tomar cerveza en medio de franceses a los que no entendía un carajo.

A veces mezclar memoria con una sola geografía crea telarañas, como las de Spider.

Como las que se me crean hoy en la cabeza cuando bajo por esa escalera larga de M.A de Quevedo, pensando que aún hoy, después de tanto tiempo, existen posibilidades de encontrármela de casualidad, como aquella vez, hace unos años en la que me hice disimulado. Encontrarme a esa memoria y ponerle orden a las geografías.

Vivo en una Ciudad que es muchas pero al final todas sus ramas parten de una raíz.
Vivo en una Ciudad que me digno escribir con mayúsculas.
Vivo en una Ciudad que me obliga a recordar todo el tiempo mis historias.

Mis historias viven en una Ciudad que no les permite morir, que las mantiene en memoria caché, en universos por arriba de la neblina en donde el tiempo se repite y se repite

Y se repite y se repite.

Hoy camine por la Calle de Centenario e hice esquina con la Calle de Madrid. Pare frente a esa Mega que antes se llamaba Auchan, baje por las escaleras de ese metro recordando cosas que dudo en recordar, volviendo una vez más a la misma casa.

Todas esas son psicogeografías de mi memoria. Son espacios de mi memoria.

Hoy no se por que amanecí con un afán nostálgico al tope. Cuando mi amiga me llamó por la tarde para invitarme al cine ella no tenía ni la menor idea de que cinco minutos atrás ya acababa de revivirla en otro espacio de la memoria, por un roce psicogeográfico atemporal.

No tenía ganas de explicárselo, solo tenía ganas de verla.

También tenía ganas de ver a otras personas, pero seguramente hoy no era el día.

Vaya que ganas.

martes, enero 03, 2006

my perfect party

My perfect party

pronto será mi cumpleaños y he pensado que esta sería mi fiesta perfecta...

Juan Gabriel cantando el Noa Noa
Misael Torres platicando con Hugo Hefner y con Vin Diesel rodeados de conejitas de Playboy
Ulises dándose a la fuga con George Michael
Roberto Palazuelos
Jorgito compartiendo secretos de seductor con Jude Law en una barra llena de mujeres solteras
Charly Garcia y Robert Downey Jr. invitando drogas a todos los presentes
Chaneque poniendo el desorden agarrándose a golpes con Jack White y tirando el pastel
Bob Esponja fajando con la cantante de los Yeah Yeah Yeahs en un sillón de terciopelo rojo
La Muchacha metiéndose perico con John Travolta en un baño finísimo de mármol
El chino maricón vestido de vieja (nomás de huevos)
El Garay con Elvis Presley (por que el Garay esta muerto!!!)
Reverie descorchando una reserva presidencial de Jhonny Walker Purple Label
Melvin fumando drogas que aun no han salido al mercado con Snoop Doggy Dog
Anabelin y Geen Geen borrachitas jugando almohadazos con Lindsay Lohan y Nicky Hilton
El Roman a.k.a. la pájara loca acosando a Bono y a The Edge y siendo golpeado por sus amables guardaespaldas
Vica encerrada en el baño de mujeres con Carmen Elektra
Yo encerrado en el baño de los hombres con Natalie Portman!!!
Los Kaiser Chiefs tocando su one hit wonder en el escenario (Everyday I love you less and less!!!)
Jorge Drexler tocando en el patio trasero donde solo estará sentado el Flores fumando, su guitarra y vos
La palanqueta (o sea el Kalimba) jugando luchitas con X-Zibit y rayuela con Ice T
Carolina con Daddy Yankee y otros reggatoneros en el estacionamiento (por que esos vagos no entran a mi fiesta)
El Lalo San Camilo fumando pipa con el Subcomandante Marcos (con pasamontañas) en el jardín
El Perro departiendo con algún otro perro famoso
El Guanugua y los Flaming Lips pintando muñequitos en las paredes del salón principal con crayones
Laurita bailando samba arriba de una mesa rodeada por la Comisión de Pluralidad y Multiracialidad de la ONU
Morrisey cantando en el baño
Alma Grande a.k.a. A.D. Big Soul regalando dinero con Isabel Madow a la izquierda y Sabrina Sabrok a la derecha.
El Peje y el Chaneque (después de los putazos y el reality show) hablando acerca de lo bonitas que son las muchachas de provincia
Peter Gabriel oficiando una misa
Todo el elenco de La Casa de los Dibujos
Las cámaras de VH1 y las de la Oreja
Una mesa con cinco pomos de cada una de las bebidas que ha inventado el ser humano
Un revolver cargado con cuatro balas
Mucha cerveza
Los auténticos decadentes
Papas sabritas y agua mineral
cacahuates japoneses
Y el burro de Shrek (nomás el puro burro)
 

ojala pronto podamos vernos, todos... y entonces darnos un gran abrazo y decirnos de una puta vez quien es quien...