camisonrosa

jueves, noviembre 03, 2005

Un compendio de ideas ex profeso para mi bella genio

nota: este texto es enorme...lo se...de hecho su extensión podría ofender a cualquier buen bloggero...
solo me remito a extenderles una disculpa anticipada (tratandio de ser lo mas políticamente correcto) y los invito a darle una "ojeada" y decidir leer lo que de acuerdo al subtitulo, les parezca más interesante...en realidad se trata de un texto de semi-profundidad...
ustedes como lectores tienen la ultima desición
muchas gracias por su comprensión.

Se venden espejitos como antiguedades...
“No todo lo que es oro brilla, remedio chino infalible”
Manu Chao, Me gustas tu...

Lo primero que les dicen a los extranjeros al llegar a México es que jamás tomen taxis en la calle. Ese es un estigma que se queda marcado en lo más hondo de su ser y que solo se les puede curar una vez que te subes al taxi con ellos. Solo puedes enseñarlos a comer en la calle cuando ellos te miran comer a ti.

Lo más difícil de llegar a un lugar que no es tu país, es aprender a identificar todo aquello que no te es inmediato. Que no te es propio. Todas estas aseveraciones son producto de varias experiencias, que no necesariamente son parte de mis viajes, sino por el contrario, son experiencias robadas a viajeros que han caído conmigo y a quienes he tenido oportunidad de mostrarles una ciudad, que como todas (imagino) poseé características particulares que pueden ser únicamente descifradas por alguien que comprende el entramado urbano, lo encriptado de distintos códigos que se establecen entre micro comunidades intersubjetivas, la colonia, la bandita, los mercados, los diálogos, el metro, las peseras, los vendedores. Todo forma parte de un mapa que tiene que ser descifrado poco a poco por el visitante.

A esos turistas se les puede vender cualquier cosa con cualquier historia, cualquier experiencia. El viejo libro adquiere un valor mucho mayor a su tarifa de venta en la librería de piojo, cuando es revalorado por un astuto promotor de lo mexicano y exacerbado con elementos propios de una historia como objeto. De pronto el mercader convierte al objeto en un ready made que le otorgará unos pesos con solo embadurnarlo de capital simbólico. Puro simulacro, simulacro que se vuelve real, se vuelve dinero, pero allá afuera, en el lugar a donde va será de valor auténtico. Al extranjero nadie le quita la experiencia y la historia de aquello que cree (o que logra) vivir.

Su nuevo terreno, ese que domina poco a poco como cuando se tienta con el pie la temperatura de la alberca podrá convertir su experiencia en apropiación, aunque en realidad su ejercicio no será sino simple etnografía, antropología social o investigación de campo. Nunca dejará de ser un alien, un extraño, un güero.

Y es que por algo es viajero. Por que al parecer no pertenece al lugar por el que transita.


La naturaleza itinerante: Un viajero en búsqueda de aprehensiones y regocijos
“La vida debería de ser más ancha que larga”
Os Mutantes, Everything is possible

El viajero es un errante. Es un caminante que transgrede límites y rebasa fronteras. Que vuelve a su categoría primitiva de cazador recolector, en un afán por reencontrarse a si con nuevos horizontes y paisajes.

La división básica que parte al hombre en nómada y sedentario lo divide a su vez en Homo Faber y Homo Ludens, tomando como referencia a Johan Huitzinga y su teoría del Homo Ludens referido a su vez en el texto de Francesco Carreri “Walkscapes”[1]. En esta división primaria se refiere al Homo Faber como el ser sedentario que se apropia de un espacio y se establece en el mismo, creando una división de la tierra y una sectorización y asimilación de ella. Este tipo de hombre es aquel que organiza el espacio y lo trabaja de acuerdo a sus propias necesidades, inventa la agricultura y la ganadería y al mismo tiempo estratifica los espacios y establece jerarquías, en concreto, piensa en función del espacio delimitado con usos específicos.

El Homo Ludens, más cercano a la tradición de un hombre nómada cambia su manera de relacionarse con el tiempo y con el espacio, se basa en la práctica del errabundeo y sus conceptos de recorrido son en torno a él mismo.

El espacio entendido desde dos lógicas distintas, la nómada y la sedentaria, otorga la división perfecta para hablar a su vez de otra división, o más bien, de otra forma de recorrer los espacios y de entenderlos. Para acercarnos hacia un análisis semiótico de los espacios físicos y de los recorridos, entendidos estos desde el punto de partida referido al transito, el desplazamiento y el uso de los mismos, podemos remitirnos a Gilles Deleuze y Felix Guattari[2] y comenzar por definir al espacio sedentario como sólido y denso, como una ciudad, o como un todo (mundo entero, geografías globales) con trazos urbanos, centros y epicentros y como un espacio estriado de muros, recintos y recorridos entre recintos.

El espacio nómada se presenta a su vez como una huella móvil y evanescente, como un vacío que atraviesa diferentes niveles y que deja a su paso estelas, es un espacio liso marcado por trazos que se borran y reaparecen con otras venidas.

Siguiendo con el modelo del espacio nómada y planteando al “andar” como práctica de intercambios, el errabundeo se presenta como la posibilidad de aprehender diversas formas estéticas en los deambulares cotidianos.

El viajero encuentra en ese desplazar constante una suerte de museo ambulante, de carnaval infinito en donde su dimensión de tiempo es amplia y variable, en donde su responsabilidad y objetivos están basados en la recolección de esta serie de experiencias.

Para el viajero la vida, en el instante en que se desplaza, parece ser más ancha que larga.

El lugar vacío en el back pack para la memoria

Todo aquello aprehendido, todo lo recibido por el viajero es almacenado en enormes discos duros de la memoria y el estomago. Todo se reproduce en sensaciones mediante la recreación de los sucedido y halla una forma de soporte físico en el souvenir, en la reliquia, en el vestigio y en la representación virtual de una memoria. La reproducción fotográfica.

Qué pasa si desprendes al tiurista de su cámara, si lo despojas de su fusil, su arma, su herramienta mecánica para el resguardo de la memoria.
Un viaje carente de imágenes es como uan cerveza sin alcohol. Se convierte en una experiencia esteril de la cual la mayor cantidad de frutos tendrán la imposibilidad de ser mostrados a otros. La experiencia del viajero se limitará al soporte oral. Su veracidad quedará en juego y el valor de su experiencia reducirá considerablemente.

Pero lo más trascendente es que el viajero perderá la posibilidad de hacer permanente y recreable su historia personal, al mismo tiempo que puede abandonarse a la paradoja borgiana de establecer como un espacio de tiempo indefinido y como un todo permanente: “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho, el tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río, es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre, es un fuego que me consume pero yo soy el fuego”.

El turista, visitante o viajero es en si mismo su propia experiencia. La práctica del tiempo en el mismo tiempo (desarrollo de experiencias en torno al espacio(geográfico)-tiempo(transición)). El viajero es entropía.

Si bien el abandono de la cámara podría representar una forma de hiperbolizar la experiencia e intensificarla, en el instinto del viajero permanecerá el sentido de recolección característico de la raza humana. Por lo menos en la memoria. En el se entremezclan una estética pretérita, con una experiencia presente y una reproducción futura. En una definición tomada de Joan Fontcuberta podríamos referirnos a que cualquier instante de todos los instantes, basta para saber la historia del universo. El fragmento fotográfico tiene esa función. Ser un fragmento de lo histórico. La memoria no es más que el recuerdo de un pasado ilusorio[3].

Una práctica nomádica, itinerante.

Para lo demás existen las camisetas, las postales, los llaveros, las polaroids en trajineras. Sobre todo las postales, que funcionan como una elongación del propio viajero y como un eco a distancia.

La breve historia de un Sr. Pérez
“Vamos a empezar una revolución desde mi cama”Oasis, Don´t lock back in anger

Marc Auge[4] nos platica, para introducirnos a la idea de los espacios del anonimato, la historia de un tal Sr. Pérez, quien decide sacar unos billetes del cajero automático antes de emprender un vuelo de París a Doubai. Durante los minutos previos a su abordaje y en el espacio temporal entre el despegue, Pérez recibe una cantidad de información necesaria para poder tomar decisiones y encontrar opciones de más. Al momento de reclinar su cabeza, encender el radio y decidirse a descansar las nueves horas de su viaje, se habla de que por fin esta solo.

Desde este espacio, físico, (el avión, el asiento), Pérez parece desplazarse no sólo geográfica, sino ideológica y conceptualmente.

Yo me desplazo desde mi cama, desde mi televisor, desde mi computadora personal, desde mi teléfono, me desplazo por no-lugares y mi itinerario cotidiano parece ser una especie de mapa, de trayecto y de errabundeo de características nómadas. Mis relaciones personales, laborales y familiares parecen tenderse como una ruta rizomática en donde unas y otras se encuentran.

Desde la comodidad del medio podemos empezar una revolución y evocar ese sentido del viajero, ir haciendo esa constante recopilación de experiencias y revivir y motivar la entropía, promover la interacción “por el medio”, encontrar el espacio adecuado, en el anonimato del propio espacio, para integrar una cosa con la otra.

Promover entonces (y por fin) el sentido primero de la navegación y la exploración y entonces entender el mundo y conocerlo desde mi cama. O desde la tuya.

Los viajeros mismos hoy también pueden ser un simulacro.

Los viajeros también pueden estar sacrificando hoy, parte de su identidad (o su identidad integra) al envolverse en estos espacios del anonimato, en estos no-lugares, donde su presencia será efímera, y se mezclará con todo el entorno.

Provocando una necesidad más grande de desplazamiento.

Y entonces el usuario cambiará su propia ruta. Todo depende de su elección. Los usuarios podremos ser viajeros a la vez.

Al final todo pasa por que tiene que pasar

Isaac Torres
Nov, 1982

[1] Carreri Francesco, Anti-Walk en Walkscapes, GG, España, 2002
[2] Ibid
[3] Fontcuberta Joan, El beso de Judas, Fotografía y Verdad, GG, Barcelona, 1997
[4] Auge, Marc, Los no-lugares, espacios del anonimato, Gedisa, Barcelona, 2002

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